MARTES
El martes en la mañana me fui al Intrepid Museum, quedaba al final en el lado oeste de la calle 44. Es un portaaviones de la segunda guerra mundial hecho museo. El día estaba increíble. No era de extrañarse que todos estos días anduviera con una sed increíble…jaja. Por otro lado, cuando no em interesaba escuchar el ruido de la ciudad, los únicos dos discos que se habían consolidado como mi soundtrack en NY y que rotaban constantemente en el IPOD eran el First Impressions on Earth de The Strokes y el Alligator de The Nacional (tengo que hacerle justicia a ese disco en mi blog…no lo inclui en mi lista de mejores del año). Bueno, volviendo al Intrepid, en resumen es un museo de guerra, donde muestran una gran variedad de aviones utilizados por los Estados Unidos en sus aventuras bélicas, además de aparatos utilizados por
Era mi quinto día en la ciudad y echaba de menos ver alguna cara conocida. En la tarde había llamado a Vanesa un amiga cubana que conocí en Tampa y que sabía que por esas fechas iba a andar pululando por New Jersey. La llamé y quedamos de juntarnos en el Rockafeller Center. Yo tenía que llenar tiempo y aprovechando un cupón de descuento que venía en el City Pass, me fui a Bloomingdales y me compré un par de sneakers Bill Sherman bastante notables. Vanesa andaba con su familia, estuvimos en el Rockafeller Center un buen rato, me compré un Pretzel callejero (abundan, pero no me pueden gustar) y después nos fuimos a un bar de por ahí cerca. La amiga de la familia se rajó con los copetes, nuevamente Martini Seco. Era un bar irlandés llamado Pigs & Whistles, tenían sus TV con football americano (sin volumen por suerte) y música bastante decente. La conversación estuvo entretenida, pero tipo 12 nos empezamos a funar. Yo había quedado prendido, pero bueno andaba en la onda de una noche por medio. Está me tocaba estar off. Asi fue no más. Aunque el García que tenía en la cabeza casi me convence de rajar a The Delanceys.
MIERCOLES
Me tocaba levantada temprano. Me debía cambiar del hostal a un hotel, ya que la hostal estaba llena. Gracias a la comodidad de Expedia.com ya había pagado por la habitación y solo debía hacer el check-in. Perdí gran parte de la mañana haciendo la maleta y caminando 10 cuadras hacia abajo, pero ahora cargado al East Side. Estaba peor ubicado que en el hostal, Times Square me quedaba algo más lejos. Pero para el concepto carrete estaba mejor ubicado porque las lineas del metro fiesteras me quedaban a una cuadra. Tipo 12 me desocupé. El hotel era mejor que el hostal, pero la pieza era un poco más chica (bueno para el tiempo que pasaba en la pieza…no me interesaba). Caminé con el objetivo de subir al Empire State Building. Llegué y el panorama era desalentador, una cola de mas de una cuadra, con 4 personas por lugar en la cola. A esas alturas había aprendido que el City Pass me podía salvar de semejante pérdida de tiempo, le pregunté a unos encargados y así fue no más, hice una cola mucho mas corta y a los 45 minutos ya estaba adentro. Pagúe un poco más y me subí al simulador que está en el segundo piso (Skyline creo que es el nombre) donde guiados por la molesta voz de Kevin Bacon nos dejábamos caer sobre cada mayor atracción de la ciudad. Es bastante entretenido y si estas perdido geográficamente el simulador te ayudara con todas las panorámicas que provee. Después de eso, otra fila más adentro del edificio para subir al piso…uhmm…ya ni me acuerdo, el cuento es que en menos de un minuto estás en la punta. Hacía un frío horrible, pero el día estaba despejado, básicamente observas una panóramica de la ciudad desde el edificio más grande de la misma (ya no están las Twin Towers). Es como mirar desde la ventana de un avión. La entretención es sólo OK y más es el hype que cualquier otra cosa. Arriba me hice amigo de una señora neoyorquina que me sirvió de guía y me ubicaba geográficamente (buena táctica para evadir las guías tipo control remoto que por supuesto son cobradas antes de subir a la punta). Compré unos pocos souvenirs, y bajé. Almorcé (como a las 4) un bagel relleno con salmón y cheese. Yummy yummy.
Quería ver Little Italy, el barrio Chino y el Soho, a otra hora del día (había ido en la mañana) por lo que me dirigí tipo 5 pm hacia allá, observe el atardecer, anduve vitrineando por Zara y Banana Republic (precios prohibitivos) y sólo pensaba en la noche en ir a The Delanceys a la famosa Death Disco. Death Disco es una fiesta creada en Londres (no podía ser de otra manera) donde tres o cuatro bandas del underground de la ciudad tocan en vivo y después la cosa pasa a fiesta, se comentaba que
Me cambié de ropa, línea 6 del metro. Encontré Delancey St. pero no podía encontrar The Delanceys el bar/club. Me tomó media hora o más en encontrarlo. Para más remate si le preguntas a alguien nade sabe nada (con excepción del segmento masculino asiático de entre 20 o 30 años que sin lugar a dudas son la fuente más acertada de direcciones y ubicaciones de lugares en la ciudad). A todo esto también ayuda bastante el número de teléfono gratuito que hay, donde puedes preguntar la ubicación de cualquier negocio en la ciudad. No había mucha gente en The Delanceys, sin embargo conocí al primer chileno en mi estadía acá en USA. Era idéntico a Pablo Carter (IDENTICO) y el me escuchó mencionar la palabra Chile en mi diálogo con la barwoman y me habló. Tenía 24 años y había llegado el
JUEVES
El jueves probablemente rankea como el top 1 de mis días en NYC, en general tuvo de todo y bueno. Hie un esfuerzo y me levanté a las 9, estaba lloviendo en la mañana, me compre un paraguas y rajé hacia el MOMA (Museum of Modern Art). Todos los museos eran la cagada y podías pasarte horas metido en las exhibiciones, pero el MOMA la cagó. Empezamos por la sección de Pixar donde te mostraban los primeros pasos sobre como se inician las animaciones. Luego una exposición de 4 fotógrafos que sencillamente me dejo sin palabras en algunas ocasiones y en otras definitivamente me agarraba la guata de la risa por la originalidad. Después tenemos todas esas “locuras” que realmente son dignas de considerarse arte, como un cuarto oscuro donde había que entrar, girar sin ver nada y observar una imagen que te dejaba marcando ocupado sobre si había otro mundo pasada la pared, por otro lado tenemos el ruso que agarro como 160 teles con grabaciones de instantes de su vida y las puso todas juntas…es realmente imposible concentrarse en una sola y es sorprendente como a los pocos segundos te cambias de imagen. Luego empezaron a aparecer los originales de Andy Warhol y Elizabeth Murray además de otros artistas Pop Art. Después venía el piso que mostraba la evolución de distintos artefactos del hogar, con sus inventores y la fecha en que fueron creados, además de furniture que realmente me gustaría tener en mi futuro departamento, todo metal, todo gélido, geométrico, sencillamente notable. En el mismo piso un par de autos y motocicletas que aun no salen al mercado. En el siguiente piso, empezó el bombardeo cultural y de la mejor manera con un original de Roberto Matta, y seguimos con las locuras de Pollock, las locuras con un poco mas de sentido de De Koonig, las formas cúbicas y distorsionadas de Picasso y Miro. A estas alturas ya se me confunden los salones y los pisos, pero vi obras de Dalí (los famosos relojes), de Warhol (
Salí del teatro en Broadway y rajé nuevamente a The Delanceys, estaba mucho más movido, ya que era la fiesta Soulpusher, buena música, me agarró en mala la canción de Cut Copy “Going Nowhere” (una mezcla de Air con LcD Soundsystem) y me pegué mis buenos dancings. Conversé con alguna gente, la verdad fue media fuerte la noche, rompí eso del día por medio. La huevada mas cómica es que a la mañana siguiente aparecía cargado de afiches, panfletos de las fiestas que se venían, no recuerdo haberlas pedido…No fui a la creperie esa noche. Derecho para el hotel no más. Se nos venía el 30, el penúltimo día del año.